Cementerio de intenciones
Por Christián Carman
En una partecita perdida de la Suma Teológica, Tomás de Aquino está tratando de encontrar una buena definición de “ley”. Se da cuenta de que una ley, para serlo, tiene que ser promulgada, esto es, tiene que ser dada a conocer por la autoridad competente a aquellos a quienes que se aplica la ley. Discute entonces una objeción: si la promulgación es esencial a la ley, la ley debería dejar de estar vigente apenas termina de ser promulgada, como un poema termina cuando termina de ser recitado. Acá aparece una respuesta que nos puede ayudar: “la promulgación actual se extiende al futuro gracias a la permanencia de la escritura que, en cierto sentido, es una continua promulgación”. Que la ley esté escrita hace que sea constantemente promulgada. Porque a las palabras (orales) se las lleva el viento.
Tal vez esta idea de Tomás nos pueda ayudar con nuestras “propias leyes”, es decir, con esos propósitos que nos planteamos todo el tiempo. A veces el deseo de realizarlos no persiste mucho más de lo que dura su “promulgación”. Tomás nos sugiere que escribamos nuestros propósitos para que su promulgación siga vigente más allá del entusiasmo inicial. Un cuaderno con todas nuestras intenciones, para que queden registrados los compromisos que uno asume con uno mismo.
Claro que no basta con escribirlos. También hay que llevarlos a cabo. No sea que tengamos que decir lo que una vez un amigo me dijo de su agenda, que nuestro cuaderno es un hermoso cementerio de intenciones.
Christián Carman