Cómo acompañar una buena Ratatouille

29/07/2020

Diego Alejandro Sadras, alumno de Economía de la pasión

“Un gran artista puede provenir de cualquier lugar”, nos recuerda la película Ratatouille. Y esto es cada día más palpable. Cualquiera con conexión a Internet puede mostrar su arte, el fruto de eso que lo apasiona. Podés publicar en la red tu mejor plato, tus conocimientos sobre Francia y hasta hacer tu propio cover de “Le Festin”, la canción de la peli. Sin embargo, la reflexión basada en el lema del Chef Gusteau, como cualquier comida que se precie, merece una buena bebida que la acompañe. Y ese acompañamiento bien puede ser lo que Li Jin, especialista en mercados creativos, denominó Economía de la Pasión.

La Economía de la Pasión es un modelo de negocios que ya venía en crecimiento gracias a las nuevas plataformas digitales, pero que la pandemia catalizó. En él, vemos que del mismo modo que desde cualquier rincón del planeta puede llegar el artista, en cualquier lugar se puede encontrar alguien apasionado por su creación. Entonces, ya no es necesaria la editorial que publique el libro de recetas, ni la productora que filme los recorridos turísticos, ni la discográfica que edite el “LP” con canciones reversionadas. Cualquier internauta puede acceder a lo que ofrecés. Y si lo disfruta lo suficiente, comprarlo: dependiendo del rubro, se propone alcanzar 100 fans que inviertan USD 1.000 al año, o de 1.000, que aporten USD 100. Y si bien parece un número alto de “micromecenas”, hay que tener en cuenta que este paradigma no solo aumenta el universo de potenciales clientes reduciendo casi al máximo los costos de intermediación, también lo hace acercándole tu producto a personas que no lo hubieran podido consumir de otra forma. Puede tomar tu curso de cocina un chef de otro continente impedido de dejar su ciudad. O suscribirse a tu canal de viajes alguien que no habla tu idioma, pero que puede aprovechar las herramientas disponibles de traducción online. O pagar por tu recital vía streaming una persona en silla de ruedas a la que le hubiera resultado imposible entrar a un teatro sin accesibilidad.

A modo de postre, la Economía de la Pasión se basa en otra premisa: si ese fan siente que lo que ofrecés fue hecho para él, será más fácil que se convierta en uno de tus “micromecenas”. Esto significa que, así como creador y cliente pueden venir de orígenes inesperados, lo creado igualmente puede ser singular. Desde tips para padres que no logran dormir a sus bebés, hasta consejos de vida enviados por WhatsApp por exfiguras deportivas. Y cuando lo ofrecido pertenece a un nicho virgen, tiene muchas chances de crecer. Mucho.

En resumen, entender que el Covid permitió que se desarrolle la Economía de la Pasión de forma tal que quede instalada tras la cuarentena, es darnos cuenta de que ya no solo es posible publicar nuestras creaciones en la Web, sino también que, cuanto más personalizadas sean éstas, cuanto más cerca estén de hacer sentir a alguien lo que Anton Ego al probar la Ratatouille, más probable es que ese alguien esté dispuesto a pagar por ellas, sin importar dónde se encuentre. Y cuando nos demos cuenta de eso, nos animaremos a complementar nuestras reseñas sobre restaurantes, con un newsletter pago para sibaritas. O a sumarle a nuestros tutoriales de tejido, un curso especializado en personajes animados, como el simpático chefcito.

Lic. Diego Alejandro Sadras