Conociendo el cerebro

03/12/2020

Martín Iungman nos cuenta acerca del segundo encuentro de “Esto que somos”, con Diego Golombek.

Volvimos con ganas de ensuciarnos un poco más las manos en esta cosa llamada fisiología. En esta parte nos adentramos en un mundo muy raro, algo misterioso, hasta místico tal vez. Esto que nos permite reflexionar sobre “esto que somos”, justamente, pero también nos permite sentir, percibir que pasa a nuestro alrededor e incluso dentro nuestro para coordinar (muchas veces sin que tengamos ninguna consciencia al respecto) nuestras funciones más vitales. Arrancamos un recorrido con Diego por el sistema nervioso para adentrarnos (un poco literalmente incluso) en sus estructuras, su organización y su funcionamiento. 

Diego nos cuenta maravillado sobre la complejidad del cerebro, mucho más complejo que cualquier computadora. Todo en 1,3-1,5 kg que llevamos constantemente en nuestras cabezas (hasta nos olvidamos que lo cargamos por todos lados). Diego nos muestra un video en el que científicos desarrollaron una forma para que una persona cuadripléjica puede mover un brazo robótico sólo con el pensamiento: ¡poderoso el chiquitín! Respecto al peso del cerebro, nos cuenta que hace tiempo se lo ha utilizado como argumento de superioridad intelectual del hombre sobre la mujer, dado que el de la mujer pesa 200g menos en promedio. Claro está, que no estaban considerando que el peso promedio del cuerpo de una mujer es menor: este último argumento fue el utilizado para refutar ese sesgo de la ciencia y su pretensión. 

Nos propone que empecemos mirando las partes que componen este sistema, las más chiquitas: sus células, que en este caso nos vamos a centrar en las principales que son las neuronas. Nombre no muy original que simplemente significa “células nerviosas”. El sistema nervioso nos plantea un debate que ya tiene sus años donde sus protagonistas, contrincantes ellos, recibieron el Premio Nobel en 1906. La pregunta es la siguiente: ¿el sistema nervioso es un continuo celular o son células contiguas? Camilo Golgi, italiano, proponía que no había separación entre una célula y otra, sino que todo era continuo. En cambio, el español Ramón y Cajal, proponía que estaba formado por células separadas, contiguas, las “neuronas”. Esta última posición es la que fue demostrada a partir de tinciones celulares realizadas por el español, quien se pasó años describiendo y dibujando neuronas de todas las formas imaginables.

¿Cómo? ¿No todas las neuronas son iguales? No. Pero podemos pensar en un esquema básico para entenderlas. Por un lado están las dendritas, esas “ramitas” que reciben la información para mandársela al soma, donde es procesada y luego enviada al axón, una especie de cable largo que llega al terminal, donde la información es transmitida a otra célula. 

Un sistema nervioso básico recibe estímulos con una neurona sensorial, y se lo transmite a una neurona motora, que transmite un impulso que genera un movimiento. Para muchas especies esto alcanza, e incluso nosotros tenemos circuitos tan básicos como estos: los llamados “arco-reflejos”, por ejemplo, cuando un médico te golpea con el martillito en la rodilla. Pero en general, los organismos más complejos suelen tener organizaciones más complejas del sistema nervioso, no tan difusas. Y esto se asocia al proceso evolutivo de cefalización: fueron surgiendo a lo largo de la evolución estructuras de interconexión de neuronas cada vez más complejas, que permite hacer más cosas que la suma de los circuitos por separado. Así varias neuronas se asocian en ganglios, o en estructuras más grandes como núcleos, áreas, y finalmente un cerebro. Y si hay un centro donde se asocian las neuronas que controlan la mayoría de las funciones vitales del cuerpo, más vale protegerlo lo mejor posible: nosotros por ejemplo, tenemos un cráneo para eso. 

En este momento del encuentro, me desconcierto un poco. De repente lo veo a Diego, con un cerebro de vaca en la mano. ¿Qué mejor forma de entender cómo es la estructura del cerebro sino viéndolo? Aunque, por obvias razones, no tiene en sus manos un cerebro humano, la especie que nos interesa particularmente ahora, pero nos aclara que es extremadamente parecido al de una vaca. Como casi todos los órganos en mamíferos, es simétrico: hay un hemisferio derecho y uno izquierdo. Y nos muestra un cerebrito (si, como un cerebro en miniatura que está pegado al grande) y que se llama justamente así: cerebelo. Ahí cerquita se encuentra, de un color algo distinto, el nacimiento de la médula espinal, que recorre por dentro toda la columna vertebral.

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Convencido de ver más a fondo el cerebro, realiza un corte. Se ven claramente dos colores: una parte de afuera más oscura (la llamada corteza cerebral), que en una disección se ve gris (y por eso es llamada materia gris) y está conformada por los somas de las neuronas; y una parte interna más clarita, la matera blanca, conformada únicamente por los axones. Lo que le da la complejidad al cerebro es en parte el tamaño de su corteza, y es por ello es que se encuentra todo arrugado, formando rulos: es la forma de aumentar de tamaño, sin expandir el cerebro, ya que tiene la barrera del cráneo impidiéndole. Otros elementos que nos fue mostrando Diego antes de guardar el cerebro de la pobre vaca y limpiarse, son el cuerpo calloso, que es el sitio de unión de ambos hemisferios, y los ventrículos cerebrales, unos agujeros por los que pasa el líquido cefalorraquídeo, en el que está inmerso el cerebro. 

Algunas clasificaciones de los elementos del sistema nervioso para cerrar este primer encuentro sobre sistema nervioso: 

  • Según su localización: puede ser central, cuando está rodeado de huesos como el cráneo y la columna vertebral, o periférico.
  • Según su función: puede ser sensorial, aquellos que reciben información y la procesan, o motora, aquellos que envían información, principalmente a músculos. 
  • Según su tipo de control: puede ser somático, todo lo que se controla conscientemente, o autónomo, que se controla inconscientemente. Este último grupo se puede separar en simpático y parasimpático. El primero está asociado con vías que generan una respuesta de ataque o huida (como aumento de la respiración o el ritmo cardíaco, pupilas dilatadas, etc), mientras que el segundo se asocia con momentos de tranquilidad, reposo, digestión.  

Martín Iungman.