Desarmar el proceso de decidir antes de decidir

28/01/2021

Santiago Tissembaum Augé nos cuenta acerca del primer encuentro de Las ciencias de las decisiones 1, con Mariano Sigman y Emiliano Chamorro.

Benjamin Graham, el padre de la escuela de inversión de valor, plantea que el mercado se comporta como una persona maníaca depresiva: tiene ciertos días de euforia y otros de depresión. En esta primera clase del curso sobre la ciencia de las decisiones, Mariano Sigman y Emiliano Chamorro develan algunas razones que podrían estar detrás del comportamiento planteado por Graham.

Mariano arrancó la clase comentando un experimento llevado a cabo por Alexander Todorov, quien investiga la forma en la que los humanos perciben y toman decisiones en el ámbito social. En el estudio, se les pedía a los participantes que imaginaran una valija cargada con sus pertenencias más valiosas. Luego, se les mostraba tres caras con distinto semblante: una de ellas parecía enojada o agresiva, otra neutral, y la tercera tenía un aspecto de bondad (tirando a ingenuidad). Finalmente, debían elegir a cuál de las tres personas le confiarían la valija para que se la cuidase por un rato. Lo que ocurrió fue que, por distintas razones, cerca del 70% de los participantes eligieron a la persona neutral.

Esto es un caso, comenta Mariano, de una de las más grandes virtudes y estigmas de nuestro sistema cognitivo: la capacidad de sacar conclusiones con muy poca (y distorsionada) información. Es una virtud ya que nos permite aprender más rápido, pero representa una desventaja cuando nos lleva a sacar conclusiones erróneas. En este caso, los participantes inferían el comportamiento de las personas a partir de la curvatura de la boca y otros rasgos faciales, que nada tenían que ver con cuán bien cuidarían su valija. 

A partir de este ejemplo, Mariano marcó uno de los dos pilares fundamentales del marco teórico que guía las decisiones de George Soros, conocido inversionista húngaro, y es el de falibilidad. La idea, tomada de su mentor Karl Popper, hace referencia a las limitaciones que posee el conocimiento humano. Además, resalta la importancia de tenerlo en cuenta cuando se trata de situaciones de carácter social como lo es el mercado.

El otro concepto del marco teórico de Soros es el de reflexividad. Este postula que la forma en la que pensamos sobre ciertos temas influye en el resultado del mismo. Veamos. Supongamos que un tren viaja a 50 km/h, y la población cree que lo hace a 30 km/h. Esa discrepancia no hará cambiar la velocidad a la que viaja el tren. No hay reflexividad en este caso. Ahora supongamos que se trata de la liquidez de un banco. Si la gran mayoría creemos que el mismo no posee los fondos necesarios para hacer frente a sus futuros pagos (no tendrá la liquidez suficiente), probablemente vayamos a reclamar nuestros ahorros. Esa acción podría generar lo que conocemos como una corrida bancaria. Esto no hubiera ocurrido si nuestras expectativas hubieran sido que el banco sí tenía los fondos suficientes, y no hubiésemos ido a buscar nuestro dinero. Aquí vemos un ejemplo de reflexividad. Lo que creemos que ocurrirá con cierto fenómeno, afecta el resultado del mismo. Esta dinámica (muchas veces conocida como profecías autocumplidas), aclara Mariano, rige lo que conocemos como burbujas financieras.

En sus escritos, Soros nos aclara que, en esa búsqueda de entender la relación entre el pensamiento y la realidad, ocurre que estamos apuntando a un objetivo que se encuentra en movimiento. Esto, Mariano lo encuadró dentro de la idea de recursividad que poseen ciertos fenómenos. El ejemplo que dio fue el del juego piedra, papel o tijera. La clave está en poder anticipar cuál será la elección del adversario. Pero, dado que lo mismo aplica para él, lo que necesitamos saber es que cree él que uno hará. Esta dinámica puede ser extendida ad infinitum, mostrando justamente, su recursividad.

La pregunta que surge es: ¿hasta qué punto debemos extender esa lógica? La respuesta es de vital importancia ya que fenómenos como las burbujas financieras funcionan de esa manera, y salirse antes de que explote es indispensable. Mariano hipotetiza que se trata de un conocimiento que se adquiere a través de la experiencia. Haciendo una analogía con la capacidad de los jugadores de tenis profesionales para adivinar el saque del adversario, solo largas horas de entrenamiento pueden desarrollar esa capacidad. Es lo que Daniel Kahneman define como la intuición del experto.

Siguiendo con el encuentro, Emiliano tomó la posta y nos habló sobre la importancia de las narrativas. Parte de lo maníaco depresivo que tiene el mercado surge de la victoria de los relatos por encima del análisis objetivo. Sin embargo, Emiliano resalta la importancia de las narrativas en las empresas chicas. Sin ellas, les será muy difícil conseguir el capital necesario para llevar adelante proyectos que en el futuro tengan ese sustento. Una heurística propuesta sería ver narrativas en empresas chicas, y enfocarse en los fundamentos y números duros en empresas grandes. 

Algo que tiende a favorecer las narrativas, marca Emiliano, es el fenómeno enunciado por Kahneman según el cual tendemos a sustituir una pregunta difícil por una más fácil que parezca responder la difícil, pero que no lo hace. Por ejemplo, tendemos a querer invertir en empresas que fabrican cosas que nos gustan. Si bien es un factor a tener en cuenta, no es el único que debemos analizar, y termina primando por sobre el resto. El caso extremo de esto es invertir en una empresa porque nos gusta su página web.

Otro aspecto que nos afecta como inversores es la aversión a la pérdida. Aquí, Emiliano encuentra dos materializaciones. La primera es que tendemos a destinar fondos a inversiones que están yendo mal, esperando que mejoren con ese nuevo capital. La segunda, es el hecho de cortar antes de tiempo los procesos que están funcionando bien, perdiéndonos el potencial que podría haber desatado en el futuro. «Todos tenemos algo que nos hace gravitar hacia el empate» dice Emiliano.

Para lidiar con todo esto que comentamos previamente, guiado por la lectura de Taleb, Emiliano propone ciertos remedios. Entiende que contra nuestra mente no podemos, que estamos sujetos a cometer errores cognitivos, por lo que debemos impedir que nos afecten. Tenemos que comenzar a utilizar pactos como el que realizó Ulises con su tripulación al pasar junto a las sirenas. Necesitamos poner los objetivos antes de realizar la acción, y luego atarnos de manos para no poder cambiarla cuando nuestras emociones aparezcan. Viéndolo de esta manera, entender nuestra irracionalidad y limitaciones parece ser un comienzo bastante racional.

Santiago Tissembaum Augé.