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Descartes, la mosca y la filosofía

Por Christián Carman

Sócrates decía que su función en la sociedad era la misma que la de un tábano. Los tábanos son esas moscas molestas, un poco más lentas que las típicas, pero que pican. Su función era molestar, despertar a la sociedad que como un caballo cansado, se movía muy lentamente y corría el riesgo de dormirse si no lo aguijoneaba cada tanto un filósofo. El filósofo molesta porque muestra que lo creemos saber, no lo sabemos. Por eso Sócrates decía que sólo sabía que no sabía nada pero, al menos al saber eso, ya sabía más que el resto. Desde entonces, el tábano en particular, o la mosca en general, es un signo de la filosofía.

Tomás de Aquino afirma algo distinto. No dice que no conocemos nada, sino que no conocemos todo. Para él, el conocimiento de la realidad es inagotable. Siempre se puede conocer algo más. Y usa el ejemplo justamente de una mosca: “ni siquiera se puede agotar la esencia de una mosca.” Es decir, si todos los seres humanos, durante toda la historia, hubiéramos dedicado todas nuestras fuerzas intelectuales a estudiar una sola mosca, todavía habría cosas para aprender de ella. Es como si la realidad jamás perdiera resolución, por más zoom que le hagamos.

La mosca vuelve a aparecer en una anécdota de René Descartes, o Cartesius, como era conocido en latín. El filósofo francés sufrió siempre por tener una salud muy precaria. De chico, pasó muchas horas convaleciendo en reposo. No perdía el tiempo porque pensaba. Pero cuentan que una vez el vuelo de una mosca lo distrajo y se preguntó si era posible determinar con precisión la posición de la mosca a cada instante. Se le ocurrió que, si imaginaba tres rectas perpendiculares entre sí y asignaba números a cada punto de la recta, la posición de la mosca podía ser determinada con absoluta precisión por tres números, uno de cada una de esas rectas. Nacieron así los ejes cartesianos –los ejes de Cartesius– y con ellos la geometría analítica, que tan fecunda ha sido.

Es cierto lo que dicen Tomás y Sócrates: la mosca es inagotable y no es raro que nos equivoquemos en nuestro conocimiento. Pero también es genial lo que hace Descartes. Cartesius no quiso agotar el conocimiento de la mosca, sólo aprender a ubicarla con precisión. Esa es la esencia del método que propone Descartes para mejorar nuestra forma de pensar: no hacerse grandes preguntas que son inabarcables. No. Es mejor aislar problemas puntuales cuyo planteo se pueda formular con precisión. Eso sí se puede responder. Nunca podremos agotar la esencia de una mosca, pero si seguimos el método de Descartes, podremos dar pasos seguros en la dirección correcta. Pasos tan seguros que soportan los aguijones de Sócrates.
Igual, nunca está de más un Sócrates que cada tanto nos incomoda un poco. Por las dudas.

Christián Carman

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