El último que queda en pie, que apague la luz

23/07/2020

Inés de Marcos, alumna de Maratón Platónica

El escenario: dos amigos dialogando en una prisión. Por un lado tenemos a Critón, angustiado por la inminente muerte de su amigo y Maestro Sócrates, intentando persuadirlo a que acepte la fuga de la cárcel, evitando así la condena de muerte. Por el otro lado tenemos a Sócrates, que, quizás por empatía con su amigo o quizás por su incansable afán de buscar la verdad, decide reflexionar si esto debe hacerse o no, prestando atención –como siempre— «a ninguna otra cosa que al razonamiento».

Así, a través de preguntas que van y vienen, terminamos de entender que cualquier argumento para justificar la huida de la cárcel lo terminaría por hacer obrar a Sócrates injustamente. Y de esa no hay salida. Por que bien sabemos, gracias al Maestro, que si hay algo que no se debe hacer es obrar injustamente. ¡Ni siquiera se puede devolver injusticia por injusticia! En cualquier caso, como fueron las Leyes la que decidieron su culpabilidad, huir de la cárcel sería cometer injusticia hacia ellas. Fin del argumento.

Ahora, es inevitable para cualquier lector maratónico trasladar este diálogo al presente y quizás preguntarnos también, por qué debemos obedecer leyes que creemos injustas. En la respuesta que nos da Sócrates está la semilla de la democracia constitucional. En el ágora de Atenas, las leyes, mandan lo que es justo. Y todo el mundo es libre de irse a otra ciudad si no le gustan las leyes de la suya. El que permanece en Atenas, tiene entonces dos opciones: obedecer las leyes o persuadir a la ciudad para cambiarlas.

En el corazón de la democracia está la libertad de palabra. Es la palabra la que nos permite siempre entrar en diálogo, para buscar y llegar a la verdad. Y cuando creemos que hemos llegado a la verdad, puede venir otro u otra, que con su palabra persuadirá a la ciudad de otra cara más justa de la verdad. Y así, las leyes irán cambiando eternamente.

Me pregunto entonces, ¿cuál es el mejor argumento en democracia? El último que queda en pie. Y que éste, apague la luz.

Inés de Marcos