El viaje de escribir un libro, un encuentro con Sebastián Campanario
Claudio Roffé, alumno del encuentro El proyecto de escribir un libro.
Antes de que terminase el encuentro y, mientras Sebastián Campanario seguía tomando un líquido que parecía invisible en su taza con el logo de Baikal, me dieron ganas de dos cosas: de tener una taza igual, pero mucho más de volver a escribir. Y lo hago ahora mismo con estas notas de la reunión. ¡Cuánta motivación! Porque como decía alguien en el chat, la charla se había convertido en una catarata de generosidad, en un abrazo Ubuntu en el que “una persona es una persona a causa de las demás” en donde, si “yo gano, vos ganás”. Porque escribir es también un acto de generosidad, de contarte cómo estoy, qué siento, cómo puedo ayudarte con lo que sé o con lo que descubrí.
Pero.
¿Vale la pena escribir un libro? Esa fue la primera pregunta que Campa tiró sobre la mesa. Y como pasa en muchos de los caminos que queremos emprender, primero es necesario saber a dónde queremos ir, o al menos para qué.
Las malas noticias, mejor todas al principio, o mejor, intercaladas con algunas buenas, porque es bueno el cilantro, pero no tanto.
¿Es indispensable escribir un libro? No, no lo es. No como fin último, como amenaza que sobrevuele nuestras cabezas, como un mandato sin sentido que nos recuerde que la vida se hizo para estar entre la pared y la autoexigencia.
Como la mayoría de los viajes, lo bueno es disfrutar mientras se viaja. Mirando por la ventanilla de nuestro interior, investigando por qué crecen los árboles, pensando por qué si hay mucho trigo en ese campo hay hambre en el barrio de al lado. Imaginar que tenés “la rosa de oriente, el oro del sol naciente, y lo que quieras pedir”. Porque escribir te conecta con tus recuerdos, con tus valores, con el esfuerzo que hiciste para saber lo que sabés y que ahora querés divulgar.
Como dicen en esa peli que se llama El campo de los sueños, “construílo, ellos vendrán”, te puedo decir, escribí, y ellos te leerán, y sobre todo vos mismo te leerás, ordenarás tus ideas, aprenderás dos veces, te perdonarás, y también resolverás muchas preocupaciones que antes eran misterios y terrores.
¿Se gana dinero escribiendo un libro? Así como está estructurada la industria de la literatura, no es un proyecto rentable escribir un libro, si por rentable significa que el dinero que entra en tus bolsillos es más del que sale. Es un esfuerzo muy grande escribir, sobre todo si no sos escritor profesional o estás muy habituado a escribir. Las editoriales rechazan más obras de las que reciben. Recorrerlas puede ser un camino lleno de golpes bajos a nuestra autoestima. Y cuando finalmente alguien te dice OK, vamos a publicar tu libro, llega el contrato que dice que te pagarán el 10% del valor de tapa de cada libro que se venda, y que te liquidarán tus ingresos cada 6 meses y sin contemplar la inflación.
Pero a no bajonearse con estos datos, hay otras opciones para publicar lo que querés decir, como por ejemplo medium.com, collectiveblog y otras plataformas en donde podés subir tus textos y recibir feedback.
¿Escribir un libro para construir mi imagen? Luego de darle otro sorbo al brebaje imaginario, Campa fue terminante con esta pregunta. Es relativo, dijo. Piensen que un libro lleva mucho esfuerzo, mucha dedicación, horas robadas a otras actividades, tienen que analizar muy bien la ecuación costo beneficio.
Pero, Don Campanario, haga ruido de una buena vez su buena onda y empújenos a las palabras. Porque como recita Xosé Lendoiro, el personaje de Bolaño, “las piedras y las hierbas tienen virtudes, pero mucho más las palabras”.
Entonces: ¿escribimos o no escribimos?
Claro que sí, dijo Campa, y se puso serio. Por dos motivos principales. Abrí mis oídos y con el lápiz de punta más afilada anoté, porque escribiendo disfrutas, te liberas y al mismo tiempo tu mente se aclara, ordena las ideas, y trabajan partes de tu cabeza que no lo hacen cuando realizas otras cosas. Pero Sebastián, ¿qué pasa si, como decía Borges, “dos o tres críticos se me abalanzan y me asestan sofisterías y malquerencias”? Seguí adelante, escribí un poco hoy, otro mañana, y así. Equivocate con los primeros textos, con el primer libro, pero seguí escribiendo. Irás para atrás y para adelante y luego para adelante el doble de veces de las que retrocedés.
Por favor, seguí con los consejos que aún me queda grafito sano y fuerte. Y siguió.
Es bueno que escribas varias veces por semana, mejor si son todos los días. No importa la longitud de los textos. Concentrate en sacar todo lo que tenés dentro si haces ficción, tomá nota, hace mapas mentales, investiga los hechos si vas a escribir no ficción. Pero escribí con regularidad. Campa, con estos consejos ¿voy a tener éxito? No escribas pensando en el éxito. Nadie sabe antes de escribir, si un libro tendrá éxito o no. Historias con ejemplos sobran. “Escribir es un acto de fe. Yo no sé lo que va a pasar con mis obras cuando salgan de mis manos” (Lorrie Moore)
Escribí, y si descubrís un tema relevante y con mucho potencial que quieras contar, tiene que tener una buena tensión narrativa. Tenés que identificar su núcleo, que es el conflicto y a partir de ahí comenzás a construir tus textos. Pero cuidado, sin olvidarte de que lo que escribas, debe sentirse real.
Más despacio Sebas. Ok, el otro consejo que puedo darte es que no te quedes encerrado sólo en una buena idea, en una idea poderosa. Hay que escribirla bien. Es cierto lo que decís, hay historias de todos los días que, bien contadas, son una delicia. Y luego agregó, pensá en contratar a un editor profesional. No es muy caro hacerlo y la ayuda que te dará será mucho más valiosa que sus honorarios. Valor y precio, no son sinónimos.
Ah, me olvidaba. Un consejo más, no hay atajos para escribir bien, tenés que leer y escribir mucho. Con el tiempo y la práctica encontrarás tu voz. Por eso: empezá ya.
Y cuando todo parecía que terminaba, Campa sacó un conejo de la galera. Nos presentó a Nicolás Gadano, un economista profesional y escritor de ficción cuando el tiempo aparece. Y me sentí feliz como ese pibe al que el abuelo le compró otro boleto para la calesita. ¿Hay calesitas todavía?
Nicolás publicó La caja Topper en la editorial Seix Barral y contó su experiencia aprovechando el tiempo al límite, en la primera jugada fue al hueso, “lo que no tengo claro es cómo harán las familias para reconstruir la memoria digital si no dejan algo escrito” ¡Guau! Si hacía falta otro empujón para ponerse a escribir, me puso patas para abajo y mirando el precipicio. El tiempo de escribir es ahora.
Tal vez porque es economista y hace un uso eficiente de los recursos, tal vez porque fue al taller del bueno de Santiago Llach, tal vez porque sabe que transcribir los códigos de su corazón en un papel me va a emocionar, es que sus recomendaciones me llegan simples, directas y filosas: “cuando escribís y casi sin darte cuenta copias lo que te gusta, eso te entusiasma, te motiva. Escribir es ensayo y error. No tengo un método para hacerlo. Tampoco fetiches. Escribir me ayudó a desestructurarme. Tenés que escribir de lo que sabés. Escribir con honestidad. Con tus palabras. Sin ser pretencioso. Sin ser solemne. Y también tenés saber que, en estos temas, como en otros, la vida es talento y azar”.
Coincide con Campa, en el tema de la lectura. Mucha. Para su obra leyó varios libros de Philip Roth y su obra dedicada a la literatura del yo. Claro que tuve que cambiar de lápiz. Oraciones más cortas. Palabras sueltas. Un poco de anarquía. Pura esencia. Pura honestidad.
Mientras tanto, en el chat del Zoom, los comentarios y recomendaciones volaban. Libros para iniciarte en el arte de escribir, gracias a Sebas y Nicolás, recomendaciones de talleres literarios, más gracias, páginas de internet, más gracias, pedidos de cursos, y muchas cosas más, incluidas más gracias.
Un comentario final. Si por algún motivo te cruzas con estos apuntes, me atrevo a recomendarte que leas Profesión de fe literaria, de Jorge Luis Borges publicado en El tamaño de mi esperanza, 1926. Te spoileo una parte ahora:
A “…las palabras hay que conquistarlas, viviéndolas…que nadie se anime a decir suburbio sin haber caminoteado largamente por sus veredas altas; sin haberlo deseado y padecido como a una novia; sin haber sentido sus tapias, sus campitos, sus lunas a la vuelta del almacén…” “…ya he escrito más de un libro para poder escribir, acaso, una página…esa página que en el atardecer, ante la resuelta verdad de fin de jornada, de ocaso, de brisa oscura y nueva, de muchachas que son claras frente a la calle, yo me atrevería a leerle a un amigo”, J.L. Borges.
Claudio Roffé.
Muchas gracias por tu aporte. Saludos.