Esto que somos. Y lo que no

21/10/2020

Martín Iungman nos cuenta acerca del primer encuentro de “Esto que somos”, con Diego Golombek.

1, 2, 3… probando…

Voy a emprender una ardua tarea: dejar un recuerdo escrito, una reseña, un apunte… una bitácora del viaje que vamos a emprender con Diego Golombek durante cuatro encuentros.

Comencemos.

“Conocernos a nosotros mismos”. Una expresión con mil significados, supongo yo. Hacia ella se encamina la pregunta pilar de Diego, lo que nos convoca hoy y durante estos encuentros. Conocernos, en tanto humanos, en tanto animales, en tanto individuos, y qué tiene la biología para decir en todo esto. Resulta casi un desafío obligatorio en la vida de la gente  enfrentarse a estas preguntas y comprender mejor “esto que somos”.

Algo que salta a la vista rápidamente es que somos seres vivos. Diego nos rememora la famosa escena del Dr. Frankenstein gritando frente a su creación “It’s alive!”. Pero, ¿qué es la vida? En este punto podríamos haber hablado de múltiples definiciones, de que “vivo está aquel elemento que cumple con tres características…, etc., etc.”. Pero a cambio vamos con una cita, un poco más poética tal vez:

“Amamos y vivimos

y vivimos y amamos

y no sabemos qué es la vida

y no sabemos qué es el amor. “

Jacques prevert

De esta manera, se introduce la pregunta que NO vamos a intentar responder. Básicamente porque no tenemos una respuesta en sí; se escapa al terreno de la ciencia.

Entonces, la pregunta que SÍ intentamos responder. ¿Cómo funciona la vida? ¿qué hace a cada uno, un ser único?, ¿sus componentes, serán? Parecería que con mezclar sangre, huesos y pelos no se forma un humano. Tampoco si somos precisos con las cantidades. Faltan las instrucciones: aparece en esta historia el ADN con los miles de genes que lo conforman. En estas moléculas están las instrucciones para armar las herramientas que nos van a permitir desarrollarnos y, básicamente, ser. Pero, ¿terminamos acá? Ponemos ADN con alguna proteína, en una coctelera, mezclamos y ¿sale un humano? Así, hilando cada vez más fino, llegamos a la relevancia de los genes, sus variantes heredadas, las variantes propias, y cómo confluye todo esto con un ambiente determinado para dar como resultado quienes somos. 

Adentrándonos más en la cuestión que convoca: la fisiología. El cómo funcionan las cosas en el organismo. Aquello que pasa mientras estamos ocupados haciendo planes. Ese compendio de actividades vitales, la mayoría de las cuales se producen autonómicamente, es decir, sin que seamos conscientes de ellas. “Es como si la evolución no hubiera confiado en nosotros; nos excluyó de la consciencia a nuestras actividades más vitales”, reflexiona Diego. 

Ahora que tenemos alguna primera y básica idea de que es esto que somos, Diego nos propone un viaje a lo largo de la historia, para entender cómo fue cambiando nuestra concepción del cuerpo y su biología con el tiempo. Y para ese recorrido, se usará un manual de historia muy específico: Astérix. Pasamos así, por los antiguos griegos, fundadores de la botánica y la zoología, grandes observadores y clasificadores; no tan buenos como experimentadores, como es el caso de Aristóteles. Por otro lado, nos cuenta la historia de Hipócrates, con el surgimiento de una Escuela de Medicina Racional, quien planteaba que uno se enfermaba por causas naturales, no divinas: todo un revolucionario para la época. 

Nos cuenta que los múltiples ensayos de medicina y biología fueron traducidos al latín, con el auge del imperio romano, aunque sin grandes desarrollos novedosos.  Recién hacia la Edad Media, con el auge del mundo islámico, estos textos son retomados e impulsan el desarrollo científico, con figuras como Avicena. El Renacimiento es nuestra última escala del primer encuentro, así como punto de partida del segundo, cuando al Europa liberarse de ciertos dogmas, retornan los textos al latín, y el naturalismo imperante en el arte se potencia con la ciencia natural.  

Algo que se destaca y es puntapié a la ciencia moderna es el rol de la experimentación, para probar las ideas. Es así que nos sumergimos en la historia de Harvey, quien se atrevió a poner en duda y a prueba, una idea ponderante en la época: las dos cavidades del corazón estaban conectadas por agujeros, idea descripta hacía ya muchos años por el romano Galeno, aunque nunca nadie haya visto los dichosos agujeros. Solo le bastó a Harvey un piolín, para demostrar que la sangre tiene un recorrido unidireccional y no se mezcla en el corazón humano. Simplemente generó un nudito alternadamente en los distintos vasos asociados al corazón, y observó como en ciertos lugares se acumulaba sangre y en otros no, marcando la unidireccionalidad de la circulación. Pero quedaba algo  aún sin responder. Está bien, la sangre que entra de un lado del corazón sale del mismo lado, y lo mismo pasa del otro lado… pero ¿cómo se conectan estos dos lados? Para encontrar ese sitio, necesitó pasar algún tiempo, ya que sería necesaria la invención de un aparatito que revolucionaría la biología: el microscopio.  Este aparato, inventado por el archienemigo de Newton, don Hooke, fue lo que permitió encontrar ese sitio de unión en el sistema circulatorio: los capilares, que tan finitos, no son visibles a simple vista. 

Alrededor de esta época, se torna algo central el debate de vitalistas contra mecanicistas. En síntesis, los vitalistas proponen que hay un “algo” que diferencia lo vivo de lo no-vivo, mientras que los mecanicistas proponen que la vida es la no-vida, organizada particularmente. Con el tiempo, la balanza de evidencias se fue inclinando cada vez más hacia los mecanicistas, siendo la evidencia contra la generación espontánea (la idea de que puede surgir vida a partir de cosas como carne podrida) clave en todo esto. 

Hacia el siglo XIX, un señor llamado Claude Bernard, aparece como un padre de la fisiología, el estudio de las funciones del cuerpo. Era de esos que estudian TODO. Pero lo principal que introduce en el mundo de la biología, es el concepto de estabilidad del medio interno. Él veía como, aunque sometiera a sus ratones a mil condiciones distintas, las características del “medio interno” se mantenían constantes. Sorprendente, ¿no? Lo que ocurre es que otros elementos se ven modificados, para que no se modifique el medio interno. En otras palabras, “cambia todo, para que no cambie nada”. Fue su discípulo, Walter Cannon, el que introdujo el concepto de “homeostásis”: cuasi-estable, refiriéndose a que los valores estables no son números fijos, sino que se mueven dentro de un rango, y es cuando se apartan mucho de ahí cuando hay las cosas no andan muy bien…  Sin embargo, mantener todo tan estable siempre, por más que cambien las condiciones externas, es muy caro para el cuerpo, consume mucha energía. Es por esto, que no todos los animales tienen esta estrategia, y algunos son más conformistas, como podrían ser los reptiles con el control de su temperatura corporal. 

Es así que la fisiología se fue conformando hasta lo que es hoy en día, y que iremos analizando más en detalle en los siguientes encuentros, girando en torno a los distintos “sistemas”, para ir entendiendo mejor “esto que somos”. 

Martín Iungman.

Algunas recomendaciones:

  • Isaac Asimov “Breve historia de la biología” y “Breve historia de la química”

  • Bill Bryson “A short story of almost everything” y “The Body”

  • Gregory Bateson “Espíritu y naturaleza”, “Metalogías” y “Pasos hacia una Ecología de la mente”

  • Walt Whitman “Canto al cuerpo eléctrico” en el libro “Canto a mí mismo