Intuición: cuándo debería guiar nuestras decisiones

10/03/2021

Santiago Tissembaum Augé nos cuenta acerca del tercer encuentro de Las ciencias de las decisiones en Baikal con Mariano Sigman.

En la primera clase sobre la ciencia de las decisiones, Emiliano Chamorro y Mariano Sigman comentaron, entre otras cosas, el marco teórico que guiaba las decisiones del inversionista George Soros. El mismo se fundamenta bajo las ideas de falibilidad y reflexividad. Sin embargo, su hijo Robert advirtió que George cambiaba sus posiciones financieras a partir de dolores de espalda que surgían cuando no estaba conforme con ellas. Es decir, terminaba confiando en su intuición. Ese fue el punto de partida de la tercera y última clase del curso: qué es la intuición y cuándo podemos confiar en ella.

Mariano nos trajo un experimento llevado a cabo en 1997 por el neurocientífico Antoine Bechara y sus colaboradores, que luego sería replicado por Antonio Damasio. Es una prueba conocida como la Iowa gambling task (tarea de apuestas de Iowa). En la misma, los participantes se enfrentaban a cuatro barajas de cartas, y poseían un presupuesto inicial para apostar en los mismos. La consigna era simple: debían ir sacando cartas de los mazos a discreción, y cada una mostraría un premio o una pérdida de un determinado monto. Debían repetir el procedimiento cien veces.

La clave residía en que los mazos no eran todos iguales. Dos de ellos llevaban a mejores resultados que los dos restantes. Lo que se buscaba averiguar, era luego de cuántas repeticiones (si es que ocurría en algún momento) los participantes se darían cuenta de esta diferencia y comenzarían a optar por los más favorables. Lo que encontraron fue que se sucedían cuatro etapas en el proceso de aprendizaje.

En la primera, los participantes se quedaban en el mismo mazo, siempre y cuando el resultado fuera positivo. Cuando no lo era, cambiaban. Era una etapa exploratoria. Durante la segunda etapa, nombrada por los autores como “pre-corazonada”, comenzaban a optar más por los mazos favorables, pero siquiera sin saber que lo estaban haciendo. En la tercera etapa, la de la “corazonada”, seguían eligiendo en mayor medida los mazos favorables, pero esta vez sabían que lo hacían, solo que no tenían claro por qué. Finalmente, en la última etapa, conocida como la etapa “conceptual”, ya se identificaba que existía la diferencia entre los mazos, y los participantes podían dar cuenta de esto. Habían aprendido sobre el problema, y decidían utilizar la razón.

La etapa de “corazonada”, en la que sabían que elegían un mazo más que el otro, pero no tenían la razón en su conciencia, es lo que identificamos como intuición. En palabras de Mariano, «la intuición es un cúmulo de conocimientos estadísticos sobre un problema al que no tenemos acceso verbal para reportarlo». Es el cerebro extrayendo señales, pero todavía inaccesible a la conciencia para comunicarlo. Sin embargo, esa información muchas veces se expresa en el cuerpo, como le ocurre a Soros con sus dolores de espalda. Esto lo sabemos dado que Bechara y Damasio también midieron las reacciones corporales durante el experimento (conocidos como marcadores somáticos). Lo que encontraron fue que, a partir de la etapa de “pre-corazonada”, la respuesta corporal aumentaba previo a elegir una carta del mazo equivocado. Es decir, el cuerpo alarmaba sobre la decisión incorrecta.

Respondiendo el planteo inicial respecto de cuándo podemos confiar en nuestra intuición, Mariano marca que la práctica, generadora de la experiencia, es la variable fundamental. «Ahora va a sacar fuerte a la T», le dije alguna vez a mi papá tratando de anticipar el servicio del tenista que veíamos por televisión. Este es un claro ejemplo en el que seguir nuestra intuición no tiene sentido, dado que no soy un jugador de tenis profesional. Sin embargo, Roger Federer, quien devuelve saques todos los días desde hace más de treinta años, tiene la experiencia suficiente para confiar en su intuición a la hora de decidir. De esa manera, lo que debemos preguntarnos, es si tenemos la experiencia suficiente como para confiar en lo que nuestra intuición nos marca. «No existe gente muy intuitiva, existe gente que es muy intuitiva en un dominio particular» cierra Mariano.

Santiago Tissembaum Augé.