La explosión de creatividad en la segunda mitad de la vida

Por Sebastián Campanario

Cada vez es mayor el volumen de noticias que tienen que ver con logros de personas de 70, 80, 90 años o más en los medios de comunicación y redes sociales. Y buena parte de estas historias tienen que ver con el campo artístico: Mick Jagger sorprende con un baile increíble dentro de un show, Marta Minujín planea una nueva muestra única, Clint Eastwood estrena una nueva película muy distinta a toda su filmografía, y así.

Nada de esto es casualidad. El profesor de psicología de UC Davis Dean Simonton sostuvo en un ensayo sobre este tema que, al final del día, “la creatividad es un juego de números”. Esto es: los resultados creativos extraordinarios están muy influidos por la cantidad de intentos que uno haga, y eso correlaciona positivamente con nuestra edad y nuestra experiencia.

Hay otra definición de creatividad que sigue el mismo patrón. En su concepción más simple y poderosa, la creatividad es la unión de puntos que nadie había unido, con un valor agregado para la sociedad o en originalidad. Esos puntos son nuestra experiencia: los libros que leímos, las películas que vimos, las relaciones que tuvimos. De nuevo: alta correlación positiva con la edad.

A veces esto puede parecer contra-intuitivo, porque en los medios de comunicación solemos privilegiar las historias de los “jóvenes genios creativos”: el efecto Mozart, la épica de los fundadores de Google o Facebook a los veintipico. Estas trayectorias son reales, pero más excepcionales de lo que uno podría pensar.

El académico que mejor estudió esta agenda en profundidad es un economista que se llama David Galenson, y que da clases en la Universidad de Chicago. Galenson es un economista atípico, que se dedicó durante años a catalogar las vidas de escritores, directores de cine, poetas, escultores y todo tipo de genios creativos. Determinó en cada caso cuándo se logró el cenit creativo: la película más taquillera, el cuadro más caro, el libro más vendido. Cuando puso toda esta información en un gráfico de dos ejes, la “nube” de puntos más densa se ubicó por encima de los 60 años.

Galenson cuenta estas conclusiones en su libro clásico “Jóvenes genios y viejos maestros”. Hay, como dijimos antes, excepciones, reconoce Galenson, pero el “edadismo” en el campo de la creatividad (la discriminación etaria, el no reconocimiento del valor de la experiencia) es rampante tanto en los medios de comunicación como en el campo académico.

Una vez, en una entrevista en Buenos Aires (Galenson viaja seguido a la Argentina), me contó indignado sobre un famoso estudio de Harvard que aseguraba que la creatividad era una cuestión de personas jóvenes, y que se deterioraba con la edad. “Esto no es sólo falso sino que es discriminatorio: si este profesor dijera que los blancos son más creativos que los afroamericanos, o que los hombres son más creativos que las mujeres, sería un escándalo. Pero el edadismo es todavía un tipo de discriminación socialmente aceptado en muchos ámbitos”, sostuvo.

La creatividad es, ciertamente, como decía Simonto, un juego de números. O como afirmaba Winston Churchill sobre este universo de la serendipia: “El éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”.

Sebastián Campanario

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