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La linterna de Aristóteles

Por Christián Carman

Hace unos quince días estaba ayudando a estudiar a Santi, el menor de mis hijos, de 10 años, para un examen de Ciencias Naturales. El tema era “los cefalópodos y los equinodermos”. Me empezó a contar lo que sabía. Me dijo que “cefalópodo” significa que los pies le salen de la cabeza y que por eso los cefalópodos son los pulpos y los calamares. Me contó que se distinguen por la cantidad de tentáculos, los pulpos tienen ocho y los calamares, diez. Googleamos fotos de Calamardo, el personaje de Bob Esponja, para chequear que tuviera diez tentáculos y, no, tiene ocho. Nos dimos cuenta de que Calamardo es un pulpo. Me habló de las ventosas, de la bolsa de tinta, de la propulsión a chorro. Después pasamos a los equinodermos, me dijo que se llaman así porque tienen espinas en la piel. Yo lo escuchaba fascinado, viendo todo lo que él sabía, pero también aprendiendo yo. Recursar la primaria de oyente es uno de los grandes privilegios de tener hijos chicos.

Siguió y me explicó que las estrellas y los erizos de mar son equinodermos, que las estrellas tienen cinco puntas y la boca hacia abajo. Después me dijo: “La maestra nos contó que, adentro de los erizos de mar está la linterna de Aristóteles”. Yo estaba seguro de que Santi había entendido mal. –“No, hijo, ¿cómo puede ser que adentro de los erizos esté la linterna de Aristóteles?”. –“Aristóteles es ese filósofo que vos estudiás, ¿no?”. Sí, le dije. –“No tengo idea cómo fue a parar su linterna ahí –me contestó– tal vez algún erizo se la comió”. Nos pusimos a investigar y él tenía razón. Efectivamente dentro de los erizos de mar está la linterna de Aristóteles. ¡Siempre se aprende algo nuevo!

Resulta que “linterna o lámpara de Aristóteles” se llama al órgano de los erizos de mar que les sirve para masticar. Es una estructura rarísima, medio pentagonal, con muchos músculos y cinco dientes, que se cierra para raspar las piedras y extraer las algas. Aristóteles la descubrió y la describió diciendo que se parecía a unas linternas de cuerno que se usaban en la época. De ahí su nombre.

Es una belleza. Que la linterna de Aristóteles haya ido a parar al interior de los erizos de mar es un hermoso homenaje a su espíritu científico. No puedo dejar de imaginármelo de noche, iluminando con su linterna a cuanto bicho se le cruzaba y viendo como se le cae sin querer dentro de un erizo de mar. Su linterna quedó ahí porque él pasó por ahí. Es un testigo permanente de su incansable deseo de conocer. Seguiré estudiando con Santi a ver en qué rincón inesperado me encuentro con otro rastro de Aristóteles.

Christián Carman

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