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Maradona es un Mito

Por Christián Carman

Durante el Mundial de Rusia, uno de esos días en que no hay partidos, estaba repasando el primer libro de la Metafísica de Aristóteles, cuando Juani llegó del colegio y, tirando su mochila abierta, me preguntó: “Papi, ¿vos sabías que Maradona, antes de que empezara el partido contra Inglaterra en el 86, se paró frente a todos los ingleses y les dijo: «Uds. nos robaron las Malvinas, yo hoy les voy a robar un gol con la mano»?”

Enseguida me di cuenta de lo que estaba pasando y me emocioné. Estaba en presencia del momento exacto en el que una realidad empieza a convertirse en mito, en presencia del eslabón perdido entre el hecho y el mito. En menos de 30 segundos, entendí la dinámica de construcción de los mitos. Es cierto que Maradona metió el gol con la mano, es cierto que lo hizo cuatro años después de la guerra de Malvinas, es cierto que en su momento lo sentimos como una especie de compensación o, por lo menos, como un desahogo. No es verdad que Maradona dijo eso a los ingleses. Sin embargo, esa escena, que a la vez agranda la proeza y explica su sentido, le permite a Juani entender y sentir lo que los testigos presenciales entendimos y sentimos en ese momento.

Unos días después, Juani me mostró la foto del tobillo desfigurado del Diego y me dijo: “¡Mirá! ¡Así le quedó después de la patada que le dieron en el segundo gol!” La foto no era de ese partido, sino del Mundial 90. Pero de nuevo me emocioné, porque ahora contemplaba un matiz distinto, pero del mismo fenómeno. Ahora el mito se alimentaba haciendo colapsar en ese instante de gloria todos los méritos y todos los sufrimientos de su vida. Atraía hacia sí todos los momentos, convirtiendo ese instante en eternidad. Así se construyen los mitos.

Siempre defendí la veracidad de los mitos. Podrían estar exagerados, un poco tuneados, pero siempre tienen un fundamento in re. Por eso festejé como un triunfo cuando hace unos años apareció una carta de un contemporáneo de Newton diciendo que el mismo Isaac le había contado la anécdota de la manzana. Los descreídos siempre dijeron que era un mito. Que era demasiado simple, “demasiado pedagógico” para ser verdad. “¿Justo se le cayó una manzana en la cabeza y se dio cuenta de todo?” preguntaban con escepticismo. Pero parece que sí.

Cuando sucede un acontecimiento que reclama por derecho propio permanecer en la historia, arranca el proyecto colectivo de convertirlo en mito. Es un proceso inevitable y cuyo único fin es permitir a las generaciones posteriores que puedan sentir lo mismo que sintieron los testigos presenciales. Porque respetar la verdad histórica, no es sólo describir hechos, sino lograr que esos hechos provoquen por siempre lo que provocaron la primera vez. Sería imposible que la generación de Juani, que no vivió la guerra de Malvinas ni el Mundial 86, pudiera experimentar lo que nosotros vivimos con ese gol con la mano. Y con el segundo. A menos, claro, que se agregaran algunas escenas, como el discurso previo del Diego. Conservar la verdad es hacer que siempre se vea del tamaño original. Y para eso, no queda otra que agrandarla a medida que se aleja. Euclides puro. Casi puedo anticipar el agregado de la próxima generación: un rato antes del partido, a Maradona le cortarán las piernas. Por eso –dirán– tuvo que hacer el gol con la mano. Después agregarán que, aunque hubiera barro, cuando la tocaba él, la pelota no se manchaba. Unas generaciones más tarde, ya estará a la altura de San Martín y probablemente dentro de varios siglos, los chicos aprenderán de sus amores y peleas en los libros de mitología griega.

Cuando Juani se fue, retomé la lectura de la Metafísica, justo donde Aristóteles dice que los amantes de la sabiduría son también amantes de los mitos, que los filó-sofos son también filó-mitos. Por eso, cuando Juani me insiste, todavía hoy, con que ese partido contra los ingleses fue en la final del mundial, ya no lo corrijo. Dejo que el mito coloque esa gesta en el escenario que se merece.

Christián Carman

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