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Marco Aurelio y el agradecimiento

Por Christián Carman

Es conocido que, en su República, Platón propuso la idea de un filósofo-rey. Solo debía gobernar quien despreciara el poder terreno y las riquezas, y eso únicamente lo lograría un filósofo. Como casi todo en Platón, se suele pensar que sus ideas eran meras utopías. Pero Platón estaba proponiendo un plan de gobierno concreto. De hecho, intentó instaurar su República. Platón puso todas sus fichas en un joven tirano de Siracusa, Dionisio II. Se mudó allí y lo quiso formar personalmente como filósofo. Hay que reconocer que a Aristóteles le fue mejor formando a Alejandro Magno que a Platón con Dionisio. Dionisio lo termina echando; Platón, ofendido, le escribe varias cartas criticándolo y le devuelve con desprecio lo que le había pagado. La relación de Dionisio con su maestro fue desastrosa; su gobierno, fue todavía peor.

Pero el sueño de Platón lo trascendió y finalmente vio la luz. Unos 500 años después de su muerte, hubo un emperador romano que fue realmente filósofo: Marco Aurelio. Se lo estudia en los libros de historia occidental. Pero también en los manuales de filosofía. Este sí fue, como Platón quería, un filósofo-rey. Es uno de los grandes representantes de la filosofía estoica. En medio de sus campañas militares, escribió sus “Meditaciones”. Siendo romano, las escribió en griego clásico: impresionante la cultura de este gobernante. Es una especie de diario filosófico que muestra la fineza de su espíritu, la lucidez de su mente y la abnegación de su voluntad.

El primer capítulo arranca sin preámbulos: “De mi abuelo Vero, el buen carácter y la serenidad”, y sigue una larga lista de 14 páginas en la que destaca las cosas que agradece haber aprendido de cada una de las personas que fueron importantes en su vida: su abuelo, su madre, su hermano, sus preceptores, amigos pintores, amigos filósofos, y de todas las personas con las que se fue cruzando. Emociona ver la capacidad que tenía para reconocer influencias positivas de los demás.

Marco Aurelio arranca su diario agradeciendo. Esto es una gran enseñanza y un ejercicio muy útil: ayuda a reconocer concretamente el bien que nos han hecho los demás, y a explicitarnos a nosotros mismos cuáles son nuestros valores. Porque solo agradecemos lo que valoramos. Te propongo repetir unos 2000 años después el mismo ejercicio: tomá una hoja de papel y empezá a anotar “De Fulano aprendí tal, tal y tal cosa; de Sultano, tal y tal”. Ejercicio ideal para esta época del año.

Me permito cerrar citando textualmente el agradecimiento de Marco Aurelio a su madre. Lo hago mío, porque expresa perfectamente lo que yo le agradezco a la mía, que sé que lee esta newsletter. Se ve que nuestras madres se parecían. De paso, arranco yo mi propia versión del ejercicio.

“De mi madre: el respeto a los dioses [en singular en tu caso], la generosidad y el abstenerte no solo de obrar mal, sino incluso de incurrir en semejante pensamiento; más todavía, la frugalidad en el régimen de vida y el alejamiento del modo de vivir propio de los ricos”.
Gracias, ma.

Christián Carman

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