Más Platón y menos Javascript

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Por Christián Carman

Es imposible mirar con detenimiento ese cuadro de Rubens en el Museo del Prado y no conmoverse. El anciano tiene una expresión de profunda tristeza, la mirada ida, los ojos muy húmedos y una lágrima generosa cae por la mejilla izquierda. Representa a Heráclito, el filósofo que llora. Heráclito pensaba que todo, absolutamente todo cambiaba. Todo el tiempo. Que no había nada que permaneciera. “No te bañas dos veces en el mismo río”, dijo, no sólo porque el río cambiaba a cada momento, sino porque tampoco nosotros, cuando vamos por el segundo baño, somos los mismos. Llora Heráclito rogando un poco de estabilidad para que descanse nuestro conocimiento. Apenas conocemos algo, ya cambió; estamos siempre corriendo de atrás, sin nunca alcanzar la realidad. Nuestro conocimiento está siempre desactualizado. Llora, porque el cambio permanente produce angustia. Muchas veces, ante la incertidumbre del futuro, nos angustiamos como Heráclito: ¿cómo planificar si todo cambia? ¿cómo prepararme? ¿qué estudiar? ¿cómo adivinar qué habilidades voy a necesitar dentro de 10 o 15 años?

Aristóteles tiene otra visión. Con Heráclito, reconoce que todo parece cambiar. Pero cree que, por debajo de todos los cambios, siempre hay algo que permanece. La misma idea de cambio, dice él, supone que hay algo que no cambia. Si digo que una manzana cambió de verde a roja, lo que cambió es el color, pero la manzana, en cuanto manzana, sigue. Si no, no podría decir que esta manzana antes era verde y ahora roja. Podría decir que se aniquiló una manzana verde y que se creó una manzana roja, sin ninguna continuidad entre ambas. Pero si digo que esta manzana cambió de color, la continuidad de la manzana está garantizada. Yo puedo cambiar en todo, pero si cambia absolutamente todo, ya no soy yo, ya no puedo decir que yo cambié.

Así, tenemos dos maneras de enfrentar la incertidumbre del futuro: o tratar de adivinar cómo serán las cosas que están cambiando constantemente y jugarnos, con el inevitable riesgo que produce angustia. Como un arquero que se tira a un lado antes de que el jugador patee el penal. Te jugás. O reforzamos lo que sabemos que no va a cambiar. Con Aristóteles, te propongo lo segundo. Para encontrar lo que no va a cambiar, no hay que tratar de adivinar lo que está por venir, sino mirar lo que ya hace mucho que está, lo que ha permanecido a través de todos los cambios. Es muy probable que eso siga estando. Lo que permanece, lo que es siempre actual, se lo llama “clásico”. Formarse con los clásicos, con Platón, con Aristóteles, con Séneca, es la mejor manera de prepararse para la incertidumbre. Es formarse en lo que sabemos que no va a cambiar. Es muy probable que el lenguaje de programación que estás aprendiendo hoy no se use en 15 años. Pero seguiremos leyendo los diálogos de Platón. La forma de prepararnos para el futuro es, paradójicamente, dialogando con los del pasado.

Christián Carman

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