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Metafísica del abrazo

Por Christián Carman

Hace unos veranos caminábamos por la peatonal de una ciudad balnearia y Anita, mi hija de unos 12 años, me pidió parar en un puesto callejero para comprarle un regalo a su amiga del alma. Después de un rato, se decidió por esos colgantes de la amistad: una medallita con forma de corazón partida al medio, cada mitad con su propia cadena. “Ésta se la doy a ella y ésta me la quedo yo” –me dijo y agregó– “como esta medallita, ella y yo solo estamos completas cuando estamos juntas”.

Me hizo acordar al Banquete de Platón, en el que Aristófanes cuenta un mito acerca del amor. Dice que los seres humanos de ahora, somos apenas la mitad de los seres humanos originarios. Al comienzo, éramos esféricos y nos movíamos rodando: teníamos cuatro patas, cuatro brazos, un cuello y una cabeza, pero dos rostros opuestos. Estos humanos originarios eran muy soberbios y desafiaron a los dioses, por lo que Zeus decidió, literalmente, partirlos al medio. Desde entonces, cada uno vive buscando su otra mitad y se siente incompleto hasta encontrarla. Este mito es el origen de la expresión “tu media naranja”. “Así –termina Aristófanes– cada hombre (cada ser humano) es un «símbolo» de hombre”.

La primera acepción de “símbolo” en griego es justamente la del colgante de Anita. En general partían una piedra o un hueso y cada uno se quedaba con una mitad, como símbolo de amistad. “Sin” en griego significa “con” (sí, ya sé que parece contradictorio en castellano, pero, por ejemplo, está con ese significado en “simpatía”, que significa “sentir con” y en “sinfonía” que refiere a varios sonidos sonando juntos). “Bolon” viene del verbo “balo” que significa “lanzar” (de ahí “bala”). “Sim-bolo” significa, entonces “lanzar con”, o sea, actuar juntos, tirar para el mismo lado. Lo opuesto a sím-bolo es diá-bolo (de donde viene “diablo”), que significa lanzar para lados opuestos, dividir. El amor reúne, el diablo divide.

Entender que cada uno de nosotros no es un ser humano sino un símbolo de un ser humano es una gran enseñanza de Platón. Estamos esencialmente incompletos. Y lo que te completa es el amor.

Un abrazo, así, adquiere una dimensión mucho más profunda. Abrazarte con quien amás es volver a tu constitución fundacional, es restaurar esa unidad y plenitud originaria. Cuando abrazás, volvés a ser vos, porque vos sos más que vos. Aristóteles dice que un amigo es un alma en dos cuerpos. El abrazo apretuja esos cuerpos para que vuelvan a ser uno, como el alma.

Christián Carman

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