Metáforas que guían nuestras decisiones

18/11/2020

Santiago Tissembaum Augé nos cuenta acerca del tercer encuentro de “El poder de las palabras”, con Mariano Sigman.

Las metáforas no sólo son un recurso narrativo, se trata también del medio que utilizamos para entender lo desconocido. Nuestra percepción del mundo tiene una naturaleza metafórica. En la tercera clase sobre el poder de las palabras, Mariano Sigman nos cuenta cómo se organizan las palabras en nuestra mente y de qué manera las navegamos.

A lo largo de nuestra vida vamos incorporando nuevos conceptos. La forma de hacerlo es a través de asociaciones con otros que ya conocemos. Esa capacidad de conectar, que tiene un alto componente de creatividad, nos permite ir armando nuestro propio mapa conceptual de las cosas. Pero ¿cuáles son las cosas que conocemos a través de las que nos anclamos a lo nuevo y desconocido? Mariano marca que una de las principales es la percepción del espacio, y reflexiona: ¿por qué se me habrá ocurrido plantear los conceptos en nuestra cabeza como un mapa?). 

Los números son un claro ejemplo de esto. Experimentos muestran que tendemos a verlos en una línea recta, posicionando los menores a la izquierda y los mayores a la derecha. Este fenómeno es conocido como efecto SNARC (Spatial-Numeric Association of Response Codes), y se cree que está relacionado con la forma en la que leemos, de izquierda a derecha.

Ahora bien, ¿en qué parte del mapa ubicaríamos la palabra frutilla, o un concepto más abstracto como tiempo? Mariano mostró la gran dificultad de clasificar el resto de las palabras, dado que “si tenemos una tabla orgánica para el lenguaje, tenemos una tabla orgánica para todo lo que entendemos”. Una posibilidad es pensarlas como ramificaciones de otras palabras que las engloban, generando sucesivas subdivisiones, como propuso el escritor inglés John Wilkins. 

Otra alternativa, planteada por George Miller y que dio pie a WordNet, es ver a las palabras como un grafo, donde las conexiones están hechas en base a su organización en la mente. Es decir, según su proximidad semántica y de significado. Si bien esta idea es muy potente, Mariano, junto a Guillermo Secchi, descubrieron que este grafo era bastante frágil, que le faltaba redundancia. Ellos encontraron que podían solucionarlo al incluir las metáforas. Esto ocurría dado que enlazaba conceptos que, a priori, no tenían nada que ver. Por ejemplo, la conexión entre la cabeza del cuerpo y la idea de cabeza de gobierno.

Luego, Mariano nos habló sobre cómo recorremos ese grafo. La dinámica es idéntica al desplazamiento físico de un billete, conocido como vuelo de Lévy. El papel permanece durante un tiempo en un entorno cercano, digamos un barrio, hasta que de repente alguien lo lleva a otra ciudad y el billete se queda recorriendo una nueva vecindad. En el ámbito de las palabras, paseamos por conceptos muy relacionados entre sí, hasta que, por medio del viaje metafórico, saltamos a otro grupo de ideas. Es la respuesta a la pregunta «¿cómo terminamos hablando de esto?».

Pero las metáforas no sólo nos llevan de un tema a otro, sino que también definen nuestra postura sobre ciertos temas. Frases del estilo «estás desperdiciando mi tiempo», o «¿por qué gastar el tiempo en esto?» muestran cómo entendemos el concepto abstracto del tiempo a partir de la lógica del dinero. Uno de los problemas, marcado por George Lakoff en su libro “Metaphors We Live By”, es que las metáforas realzan las características en común, como puede ser la escasez del tiempo de vida, pero también ocultan otras propiedades que los elementos no comparten. Lo importante, comenta Mariano, es tener presente que verlo de esta manera no es la única alternativa.

El ejemplo más paradigmático visto en la clase fue el de los Aymaras, investigado por Rafael Núñez. Habitualmente, uno piensa en el futuro como algo que está delante nuestro, y el pasado como lo que dejamos atrás. Bajo esta lógica, tendemos a fijar objetivos a los que debemos “apuntar”, y no “perderlos de vista». Pero este no es el caso de los Aymaras. Para ellos, la palabra nayra representa la frente y los ojos, pero también el pasado. Mientras que qhipa hace referencia a lo que está detrás, pero también representa el futuro. En este sentido, el pasado está frente a nosotros, es lo que ya vimos, y cuanto más lejano esté, más borroso será. Además, el futuro es algo incierto, que no conocemos, y se nos va revelando a medida que caminamos de espaldas hacia él.

Como refleja el párrafo anterior, las categorías bajo las cuales organizamos los conceptos son arbitrarias, y entender que esos pensamientos y narraciones luego se traducirán en acciones, resulta de vital importancia. De esta manera, Mariano termina la clase invitándonos a ser creativos a la hora de elegir las percepciones bajo las cuales queremos vivir nuestra vida.

Santiago Tissembaum Augé.