Repensando el pensar

30/06/2021

Meses atrás les preguntamos a varios profesores de Baikal qué ideas habían descubierto en el último tiempo. Esta fue la respuesta de Marcelo Rinesi.

Pensando sobre el último año, la idea más importante que empecé a entender es lo históricamente contingente y gradual del desarrollo de los procesos que usamos para aprender, pensar, y saber. No solo en términos de grandes revoluciones puntuales como la imprenta, la computadora, o el telescopio, si no de lo que se podría llamar la micro-logística física, conceptual, e institucional del conocimiento, por ejemplo:

  • Los archivos como estructuras físicas e institucionales.
  • Los primeros terrarios que permitieron el traslado internacional de flora, y en consecuencia los «jardines Imperiales» británicos (prácticamente los primeros laboratorios de biotecnología a gran escala).
  • El sistema postal intra-europeo de la familia Tassis.
  • La transición del gabinete de curiosidades al museo de investigación.
  • Los descubrimientos oftalmológicos de Kepler (en algunos aspectos indispensables para la ciencia moderna, y no solo la astronomía).
  • El gradual proceso de abstracción del álgebra.
  • Las disecciones de Vesalius, la filología de Casaubon, los hábitos administrativos de Felipe II, las reglas de la Royal Society, y un largo etcétera.

Todos estos factores y eventos son en general descritos bajo alguna variante de «el desarrollo del método científico» o incluso «de la modernidad», pero aprender sobre las negociaciones específicas, las improvisaciones, los callejones sin salida, hace más realista tanto al proceso como al resultado. La infraestructura conceptual y práctica de cómo pensamos, incluso en sus aspectos más nuevos y efectivos, no es ni simple ni autoevidente, sino una acumulación de herejías normalizadas, trucos transformados en técnicas, e instituciones que sobrevivieron y trascendieron a sus creadores.

No quiero decir con esto que me volví relativista. Estoy convencido de que los hechos y patrones de la realidad son independientes de las presunciones humanas, y de que hay criterios de adecuación lógica y empírica que hacen algunas formas de explicar e interactuar con el mundo indiscutiblemente superiores a otras. Lo contingente de la historia de la biología no hace al creacionismo igualmente válido que la teoría de la evolución. En tiempos en los cuales estamos volviendo a discutir al poder como epistemología — la idea loca y enloquecedora de que, como todo proceso de medición es indirecto, trabajoso, y conflictivo, el a priori del poder es una forma igualmente válida, o igualmente inválida, de entender el mundo — uno de los riesgos de la crítica del proceso científico es que el «esto se puede hacer mejor» se malinterprete, en general deliberadamente, como «esto es igual de malo que cualquier otra cosa.»

Pero sí — no solo la tecnología física, sino el conjunto de herramientas conceptuales y procedurales con las cuales generamos, administramos, y usamos conocimiento — se puede hacer mejor. Estudiar los detalles históricos del desarrollo de estas herramientas, especialmente de las prácticamente subconscientes (los Romanos no usaban tablas de datos ni índices en textos), permite entender muchos de los desarrollos actuales, grandes y pequeños, exitosos y fallidos, como nuevas iteraciones de este mismo proceso de continua reinvención del cómo saber. No todos positivos, para nada, pero todos potencialmente significativos, siempre presente la promesa de que es posible no solo continuar la acumulación de conocimiento sino cambiar su estructura y dinámica. Nuevas formas de pensamiento, no sacrificando la efectividad de las mejores que tenemos a cambio de conveniencias políticas o personales, sino mejorándolas.

Y esto es una enorme oportunidad. Nuevas posibilidades prácticas siempre abrieron la puerta a nuevas formas de conocimiento (no hay República de las Letras sin un sistema postal), pero al mismo tiempo las nuevas formas de conocimiento hacen posibles nuevas posibilidades prácticas (la computadora no se puede conceptualizar, mucho menos fabricar, sin el álgebra). La más subterránea de las líneas de avance científico, y la más íntima — aunque al mismo tiempo siempre, inevitablemente, grupal — es el desarrollo de nuevas formas y mecanismos para descubrir y saber. Ver este proceso en el pasado hace más fácil percibirlo en el presente… y actuar en consecuencia.

Marcelo Rinesi

 

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