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Se portó como un emperador

Por Christián Carman

Hace dos sábados tenía que estar todo el día en un Zoom, en un congreso de Historia de la Astronomía. Emi, mi mujer, no estaba, así que tuve que hacer malabares para organizar el día con los chicos. Santi, el menor, de 10 años, tenía un partido del campeonato intercolegial de fútbol a la tarde, cerca de las 5. Me venía bárbaro que algún compañero lo invitara a pasar la tarde, así no lo tenía en casa y me resolvía el tema de llevarlo y traerlo al partido. Pero nadie lo invitó. No me quedó otra que pedirle a algún padre que me hiciera el favor de invitarlo. Para mí, siempre es un poco incómodo pedir ese tipo de favores. Pero me resolvía la tarde. Le mandé un mensaje a Eduardo, el papá de José, que vive a dos cuadras y, medio caradura, le pedí si podía hacerse cargo de Santi toda la tarde.

En una de sus meditaciones, Marco Aurelio, el gran emperador romano y uno de los más sinceros filósofos estoicos, reflexiona sobre cómo las personas reaccionan cuando se les pide un favor. Dice que algunas hacen el favor, pero inmediatamente te hacen notar que estás en deuda con ellas: “favor con favor se paga”. Otras, en cambio, no proceden así. Hacen el favor y no reclaman nada. Pero “en su interior lo considera un deudor y es consciente de lo que ha hecho”. Pero hay un tercer tipo de personas que ni se dan cuenta de que están haciendo un favor. Dice que son como la vid que, una vez que produce las uvas, no está midiendo quien las come, se ocupa de hacer nuevas. Estas personas, cuando hacen un favor, no persiguen un beneficio, ni exterior, ni interior. Es la actitud más perfecta para Marco Aurelio.

Eduardo me contestó enseguida: “Obvio que sí”. Se portó como la vid. Pero agregó: “¡José está feliz!” y ahí dio un paso más. Al aclararme que su hijo estaba feliz con que Santi fuera a su casa, me hizo sentir que, al pedirle el favor, le estaba yo haciendo un favor a él. Me encantó esa actitud. Es justo la contraria a la primera actitud: en la primera, al hacerle un favor, vos le hacés sentir que está en deuda con vos; en ésta, le hacés sentir que vos quedás en deuda con él. Siempre hay algún beneficio que podés obtener vos de hacer el favor que te piden, es cuestión de buscarlo y hacérselo saber al otro.

Eduardo cuidó a Santi esa tarde; me hizo sentir que yo le estaba haciendo un favor a él; y me enseñó cómo hacer favores. Le pedí un favor, y me hizo tres. No es poco.

Christián Carman

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