¿Se puede economizar la pasión?

30/07/2020

Silvia J. Lerner, alumna de Economía de la pasión

Aunque resulte tentador jugar con las palabras, la economía de la pasión se refiere a un modo actual de venta y consumo.  El concepto parece alentador, no solo para quienes necesitan entrar al mercado y no encontraban la puerta, sino también para quienes tenemos nuestras (más o menos secretas) pasiones, paralelas a nuestra actividad principal.

Según explicaba Campanario, la llamada economía de la pasión describe una modalidad de venta en la cual anteriores no consumidores pueden vincularse con anteriores no productores.  Un encuentro afortunado en el que más gente que produce algo puede llegar con su oferta a más gente dispuesta o necesitada de comprarlo, sin pasar por los canales tradicionales de producción, oferta y distribución.

Parece que la pandemia —con el auxilio de Internet— nos descubre la posibilidad de salir al ancho mundo con nuestros sueños y creaciones, sorteando los tiburones de la intermediación. Que además de dinero, se comen mucho tiempo. Y, en el caso de los artistas, por ejemplo, también ayuda a eludir a los cocodrilos de la arbitrariedad y el maltrato que puede sufrir la autoestima del creativo, de parte de algunos editores, marchands, galeristas y distribuidoras. Lo que no es poca cosa.

La economía de la pasión estaría modificando la llamada economía de la atención, en la cual la atención se volvió un bien valioso y cada vez más escaso debido al exceso de oferta, por el que compiten empresas, profesionales, mercado en general. Una atención que ya se encuentra agobiada, exhausta, y a veces desinteresada a fuerza de hartazgo. Pero que no deja de ser voraz.

Y que dudo que se reponga en estos tiempos, ya que la economía de la pasión significa que todos salimos a vocear nuestros productos a la vez y por los mismos medios, y no parece existir todavía un modo de jerarquizar tanto la información como la calidad de los productos. Corremos el riesgo, incluso, de que las redes banalicen aquello que, a la vez, hacen más accesible. Por momentos tengo la impresión de que somos miles esforzándonos por cantar un aria a capella en medio de una feria enorme y atestada… pretendiendo que nos escuchen.

Por otro lado, lejos de la idea romántica del arte y la creatividad, el concepto de economía de la pasión descubre otro aspecto obvio y no por eso menos cruel de la realidad en que vivimos: sea la pasión que sea, si se hace visible es porque resulta monetizable.

O sea que sí, se puede economizar la pasión, es decir, convertirla en un producto económico. 

Me pregunto si no es un modo de hacerla más real, más factible… y también menos apasionada.

Silvia J. Lerner