Semillas de creatividad

Por Emiliano Chamorro

Era el día de la inauguración de Disney Shanghai. En unas horas, miles de personas iban a ir al evento VIP del corte de cinta. Millones iban a mirar la ceremonia por televisión. Los presidentes de Estados Unidos y de China iban a dar un mensaje. Era un hecho económico de trascendencia, además de un hecho cultural y geopolítico histórico. Disney entraba en China. También era el punto cúlmine de la carrera de Robert Iger, el legendario CEO de la compañía.

El día anterior a la inauguración, un cocodrilo se había comido a un chico de dos años en el hotel Floridian, el más exclusivo del complejo de Disney en Orlando. Iger, desde Shanghai, había hablado con los padres del niño antes de irse a dormir. Estaba en shock. Unos días antes, un hombre armado había matado a 15 personas en un bar de Orlando. El atentado -se supo- estaba originalmente dirigido a Disney. Ambos hechos, la tragedia del Floridian y el atentado dirigido a Disney, llegaban a los medios de manera abrumadora.

Como todos los días, Iger se levantó a las 4.30 de la mañana, hizo ejercicio, leyó, dejó fluir sus pensamientos y trató de preparar su mente para el día más importante y más triste de su carrera.

No todos somos CEOs de una compañía de 250 mil personas que opera en prácticamente todos los países del planeta. No todos tenemos desafíos del tamaño de los desafíos de Iger el día en que confluyeron dos tragedias y el gran momento que había preparado durante 20 años. Pero todos tenemos cosas que ocupan nuestra atención, que sentimos urgentes, y que nos impiden sembrar creatividad.

Soy un fanático de las biografías. Leo decenas todos los años. Y justo ahora estoy leyendo la de Bob Iger. Una de las cosas que me llamó la atención es esto que les contaba, que se despierta todos los días a las 4.30 de la mañana. Pero eso no es lo que me llamó la atención en verdad. Lo que me llamó la atención es la razón que da: que necesita un par de horas todos los días, mientras todos duermen, para poder pensar sin la presión y las urgencias del trabajo. Para que su mente pueda vagabundear y jugar con ideas que no son prácticas.

Nos llama la atención lo que nos es familiar y a la vez extraño (sobre esto voy a escribir más adelante). Y lo de Iger me era familiar y extraño: era Taleb definiéndose como un “Flâneur” (alguien que vagabundea física e intelectualmente por el mundo), eran las “Think Weeks” de Bill Gates, en las que se va sólo a leer y a pensar a la montaña, era Jobs estudiando caligrafía y uniendo los puntos para atrás. Pero era algo mucho más cercano, que nos puede pasar a todos, sin ser ninguno de ellos.

Hace un año me mudé a Madrid y una de las cosas más significativas que me pasaron desde ese momento es que mis mañanas cambiaron por completo. Desde que dejo a mis hijos en el colegio hasta el mediodía, que es cuando se despiertan todos en Buenos Aires, (el equipo de Baikal está mayoritariamente en Buenos Aires) tengo ese tiempo sin presión que describe Iger. En esas tres o cuatro horas en las que el tiempo funciona distinto. Este año leí decenas de libros «no prácticos» -desde budismo zen hasta el nacimiento de los jesuitas e historias de amor prohibido en el Japón medieval-. Vagabundee por parques, calles y ciudades simplemente pensando. Destilé y refiné ideas para las clases y para estos textos en los que las comparto con ustedes. Fue, por lejos, lo más productivo e interesante que me pasó en años.

Diego Golombek y Mariano Sigman, en los cursos que dan en Baikal, nos proponen tomar al sueño como un laboratorio en el que nuestra mente puede jugar con ideas sin riesgo. Probar y cultivar las tan famosas asociaciones de las que está hecha la creatividad.

Iger nos estaba diciendo algo más. Nos estaba diciendo que las horas después del sueño, antes de que nuestra mente sea secuestrada por las urgencias del día, tenemos un momento único para que los pensamientos deambulen en una especie de purgatorio entre el sueño y la vigilia. Ese estado que Breton decía en el Manifiesto Surrealista que era el estado óptimo de producción de arte.

No sé si es despertarse más temprano, mudarse a otro huso horario o empezar a trabajar más tarde. Pero, antes de que la realidad nos ataque, tenemos un espacio hermoso para que nuestra mente juegue con ideas sin que venga nadie a querer “bajarlas a tierra”. Así podemos sembrar las semillas de la creatividad.

Emiliano Chamorro

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