¿Seremos capaces?
Agustín Sánchez, alumno de Medio ambiente y cambio climático
Una de las preguntas que se me ocurren formular(me) en relación a los cambios necesarios para detener los efectos del efecto invernadero y como consecuencia el calentamiento global es si seremos capaces de hacerlo. No quiero caer en pesimismos y tengo mucha confianza en que podremos lograrlo. Mas en ocasiones me invade una sensación de que por cada granito de arena aportado por quienes estamos más y mejor concientizados con la temática, hay varios que no están dispuestos a renunciar a sus tradiciones o comodidades.
La idea de que debo (como individuo, por mi propia salud) modificar mis hábitos de alimentación no es nueva. Tampoco es un proceso sencillo. Más aún teniendo en cuenta que somos “bichos de costumbres” y por estas latitudes, con mucha pradera la ganadería ha sido pilar de la industria y la carne, una base de nuestra dieta.
Estas ideas en relación a los cambios necesarios en nuestra alimentación me inundaron desde el martes pasado cuando Alexis Caporale planteaba la necesidad de modificar el origen de los alimentos ricos en proteínas. Sin embargo (y acá es donde viene la primera piedra) cuando uno va a los mercados a intentar conseguir alimentos que permitan modificar hábitos, se da de frente con la realidad. Por más consciencia que tengamos al respecto lo cierto es que hoy, al menos en mi país, los costos que deben pagar quienes buscan consumir alimentos que escapen al consumo de las grandes masas, son extremadamente altos.
Tal vez podemos pensar que cuanta más gente busque cambiar sus hábitos, más fácil será acceder a alimentos diferentes y también los precios bajarán. Sin embargo no estoy tan seguro de que este cambio pueda lograrse en los plazos necesarios. Y acá es donde viene la necesaria intervención de los gobiernos.
Un poco más alentadora fue la respuesta de Alexis cuando le consulté acerca de cuál es el real compromiso de los países a incentivar estos cambios. Aunque dudo que Latinoamérica sea pionero, es cierto que normalmente copiamos las acciones que toman las grandes potencias mundiales y, es al menos esperanzador que Europa esté firme en su postura de favorecer estos cambios.
Uruguay en los últimos años ha dado algunos pequeños pasos. No conozco con exactitud cuál será el impacto, pero existe un cambio en la matriz energética. El uso de energías limpias en principio abre la esperanza de que el cambio es posible.
Sin embargo, cuando uno transita las rutas nacionales, y ve esas enormes praderas sembradas, o entra en contacto con los números y se da cuenta que existen en este pequeño territorio cuatro veces más vacas que humanos y que en gran parte es lo que sostiene nuestra economía. Cuando me junto con amigos y la primera opción es “prender el fuego”. Me pregunto, ¿Seremos capaces?…
Prof. Agustín Sánchez
Maldonado, Uruguay