Tomás, las objeciones y la salud mental

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Por Christián Carman

Todavía tengo grabada la imagen de Emi, mi mujer, acercándose a mí con cara de asombro y lo que parecían unos trapos rotos y embarrados en la mano. Me preguntó: ¿vos me compraste esta blusa para mi cumple? Ahí reconocí que los trapos eran los restos mortales del regalo que le había comprado. Eclipse, nuestro perro, había encontrado el paquete y la había destrozado. Me estropeó el regalo, y la sorpresa. Tuvo una época en la que no podía manejar su pasión desordenada por destrozar nuestra ropa. Cuando descubrió que en el lavadero colgábamos una fuente inagotable de felicidad canina, ya no hubo caso. Así que decidí colocar yo mismo una reja para evitar que entrara. Cuando terminé de atornillarla, le daba golpecitos suaves para ver si iba a aguantar. Eclipse tiene una fuerza sobrehumana, la reja tenía que estar muy firme para hacerle frente. Pero no me animaba a golpearla fuerte, porque suponía que se podía derrumbar.

A veces con nuestras creencias nos pasa lo mismo. Como las sabemos frágiles, no nos animamos a ponerlas a prueba, por miedo a que se derrumben. Por supuesto, no es necesario que todas nuestras creencias sean imposibles de derrumbar, algunas serán más fuertes, otras menos. Pero sí es importante, para nuestra buena salud mental, conocer el grado de resistencia de nuestras propias creencias. Y la forma de ponerlas a prueba es someterlas a objeciones. Esto lo tenían muy claro los autores medievales.

Ellos convirtieron en un hábito intelectual el pensar objeciones a sus propias posiciones, desarrollaron un método sistemático.Se entrenaban en eso. Cuando escribían una obra, por lo general la dividían en problemas o preguntas en las que exponían su posición, e invariablemente iban acompañadas de la redacción de al menos 3 objeciones que intentaban contestar. Por ejemplo, en la Suma Teológica, Tomás de Aquino se hace 3125 preguntas. A razón de 3 objeciones por pregunta, son casi 10.000 objeciones que Tomás puso a su pensamiento. Muchas veces, cuando se leen, queda el sabor de que la objeción es más contundente que la respuesta. Eso es honestidad intelectual.

El pensamiento de Tomás se mantiene todavía en pie, después de unos 800 años. Mi reja no duró ni una tarde.

Christián Carman

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