¿Y por qué no?

30/07/2020

Milagros Malbrán , alumna de Aprender en casa

Sumergida en el fascinante mundo de aprender a aprender, donde mirar con otros ojos a nuestros niños y al mundo lo cambia todo, cambia la perspectiva: las caricias se vuelven reconfortantes, los colores estridentes, los olores huelen a hogar, los juegos nos dan complicidad, la música nos vibra, estar nos da permanencia, observar nos profundiza en el saber, salir de la rutina diaria nos libera.

¿Y por qué no aventurarnos a esta experiencia si todo es más bello?

Día 120 de confinamiento, mi hijo de 13 años me dice “Mamá quiero hacer mi Catan” (el Catan es un juego de mesa para chicos a partir de 10 años, donde el objetivo es armar tu imperio a través de puentes, poblados y ciudades).

No dudé un minuto en la propuesta….¿por qué no? 

Y así comenzamos con el desafío de cómo fabricarlo y de cómo hacer las cartas -¡que son un montón!-. ¿El tablero? ¡Es un gran rompecabezas!

¿Qué materiales podemos usar? Esto nos llevó a investigar cada pieza y cómo nos convenía hacerla…navegamos por internet en busca de información, cortamos papeles, cartones, ensamblamos, pegamos, plastificamos con contact y en frío. Fueron varios días de armado hasta que logramos tener listo el tablero y las cartas. Tal era la ansiedad de empezar a jugar que robamos fichas de otros juegos para empezar a probarlo. ¡Fue un verdadero éxito! Carcajadas, complicidad, competencia, pensar, observar, armar estrategias, perder, ganar, hacerte fuerte, debilitarte, todo eso se experimentó jugando.

Y el orgullo que sentía mi hijo de ver su obra terminada, de haberlo fabricado entre todos. ¡Gran trabajo en equipo! Toda la familia terminó colaborando en el armado, que resultó ser súper entretenido y desafiante.

Ahora solo nos queda hacer las fichas que son en 3D, nos preguntamos cómo hacerlas. ¿En qué material las podríamos hacer nosotros mismos? Las sugerencias fueron en Lego, en porcelana fría, en plástilina, en papel….¿Y por que no? 

Gracias Meli por este espacio de reflexión que tanto tenemos por aprender. Cuando mi marido me invitó a este curso le dije:  ¿Y por qué no? 

Milagros Malbrán