Seamos científicos de nuestro aprendizaje

Santiago Tissembaum conversa con Melina Furman sobre la importancia del error y el autoconocimiento como parte del aprendizaje.

Esta conversación que tuve con Melina Furman surge de las anotaciones que realicé sobre su clase acerca de tener una mentalidad de crecimiento. Si no leyeron el artículo previo, los invito a recorrerlo para poder ver lo interesante de las respuestas que ella me dio. Para quienes vienen de ahí, me alegra que sigan por estos pagos.

– Santiago: Hola Meli, en tu clase hablaste sobre la necesidad de fraccionar los grandes desafíos en partes más pequeñas para poder mantener la motivación. Me gustaría preguntarte sobre ese proceso de aprender a fragmentar, y saber dónde poner cada una de las metas.

– Melina: El concepto que me sirve mucho para pensar esto, tanto como docente para ayudar a otros, como para conmigo misma, es el de zona de desarrollo próximo, de Lev Vigotsky. Él hablaba de esta zona mental (es un concepto abstracto) como un espacio en el cual tenemos que estirarnos un poco más del lugar donde estamos cómodos. Se trata de desafíos alcanzables que van llevando paso a paso más lejos a quien aprende. En general esto se da con ayuda de otro. Un buen docente genera esas zonas de desarrollo próximo para los demás. Lo de los cambios de la bicicleta que mencionas tiene que ver con esto. (S: Referencia a una analogía del artículo que les mencioné al inicio. Vayan a verlo, los esperamos a que vuelvan para seguir).

¿Cómo se hace? Yo creo que tiene que ver con un espíritu de búsqueda, de ir probando. Es un enfoque más bien científico, de prueba y error. Se trata de ir viendo hasta dónde. De observar qué cosas sentimos que nos quedan demasiado lejos y terminan frustrándonos. No creo que haya una receta, creo que es más un proceso de búsqueda y experimentación. Si yo pongo un cambio de la bicicleta que hace que se me vaya demasiado rápido o luego tenga que parar, entonces ese no es el cambio adecuado y tendré que buscar otro. Es un ida y vuelta con la realidad, con el desempeño.

– S: Está buenísimo. Creo que también tiene que ver con lo que comentabas sobre la metacognición, en esta otra conversación con Emiliano Chamorro. Uno de los temas que hablamos bastante en otros espacios de Baikal, principalmente en el Club de inversores, es el de los videojuegos y su capacidad para generar un alto grado de motivación. ¿Cómo opera esa relación entre los desafíos y las recompensas?

– M: Una de las cosas que se saben sobre cómo diseñar videojuegos para mantener la motivación alta es, justamente, cómo regular el nivel de dificultad. La idea es que vayan teniendo recompensas intermitentes. Pequeñas recompensas.

Cuando lo vemos desde el punto de vista de las neuronas, lo que pasa es que se enciende un conjunto de neuronas que conforman el circuito de recompensa. Técnicamente, son dos grupos que se conocen como área tegmental ventral y nucleus accumbens. Cuando se activan, liberan el neurotransmisor dopamina. Esa es una señal de la motivación, es el impulso que te da ganas de más. No es la recompensa posterior, sino la motivación hacia esa recompensa.

Eso es lo que hace tan difícil resistirse a seguir, estamos cableados para no querer abandonar. Es como cuando se nos arma una línea de Candy Crush y se nos bajan los caramelitos de colores, generando esas ganas de «ahora quiero otro». Se trata de la misma región del cerebro donde actúan otras cosas que nos generan adicción. Las drogas psicotrópicas, por ejemplo. Todas tienen ese blanco de aumentar la dopamina.

Otra de las cosas que se saben, es que es importante ir dando recompensas dosificadas, pero no predecibles. No saber cuándo va a venir la próxima te hace seguir motivado. Esto lo usan los diseñadores de videojuegos para crear ese equilibrio entre meta y recompensa al que haces referencia.

– S: Es interesante el surgimiento de la motivación a partir de las expectativas, teniendo en cuenta que es un momento previo a la recompensa en sí, donde todavía no ocurrió nada (algo de esto comentó Mariano Sigman en su clase sobre la vida secreta de la mente, y quedó plasmado en esta nota). ¿Cómo se trabajan esas expectativas, teniendo en cuenta que si están demasiado altas es más probable que no se concreten y generen cierta frustración?

– M: En educación parte del trabajo tiene que ver con que cada persona pueda aprender a autoevaluarse, y a partir de eso poder configurar sus expectativas de cuál es el siguiente paso. Es un desafío nada sencillo, porque implica ir paulatinamente conociéndonos mejor y construyendo la autoeficacia. Las expectativas no deben ser desmedidas, tienen que estar basada en capacidades reales. Es un proceso de toda la vida, es autoconocimiento y poner expectativas que nos permitan sostener el deseo de seguir adelante.

– S: Me freno en esto que dijiste de que es un proceso de toda la vida. En una de las notas que escribiste en El Baikal, mencionas que a medida que crecemos tendemos a dejar de hacer las cosas que nos cuestan más. Me recordó al término “Grit”, que Angela Duckworth define como una combinación de perseverancia y pasión, y plantea que existe una correlación directa entre la edad y el Grit. Es decir, a medida que crecemos tendemos a tener más Grit: ¿cómo entra en juego esta idea con la adopción de una mentalidad fija o de crecimiento a medida que crecemos?

– M: Diría que a medida que crecemos vamos teniendo una mentalidad más fija en algunas cosas, y en otras mantenemos una mentalidad de crecimiento. Yo hago mucho ese ejercicio de preguntarle a la gente en qué tenés una mentalidad de crecimiento y en qué una mentalidad fija. Uno en general mantiene una mentalidad de crecimiento para algunas cosas donde siente que puede seguir evolucionando, y para otras baja la cortina. Conozco el trabajo de Angela Duckworth, creo que sí puede tener que ver con esto de cierta selección de intereses, donde uno le pone más garra a algunas cosas.

    – S: Última. ¿Qué tan importante es la cultura en la relación de las personas con el error y nuestra capacidad de adoptar una mentalidad de crecimiento? Pienso que sociedades con un apoyo mayor a los emprendedores tienden a soportarlo mucho más.

    – M: No leí estudios sobre eso que seguro los hay, pero claramente hay una dimensión cultural del error y como percibimos el fracaso. El ejemplo más clásico son las culturas orientales, donde esto de mantener el esfuerzo es un valor cultural mucho más grande que en otras. También subculturas como la que decís del mundo emprendedor, donde la idea del fracaso comienza a configurarse como algo no tan mal visto. De hecho, hay eventos pensados para que la gente cuente sus fracasos. Se trata de darle esa vuelta de significado a la idea de fracasar como parte del aprendizaje.

– S: ¡Muchas gracias!

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