De la calle al balance

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De chico me pasa que entro a locales y muero de ganas de preguntarle al dueño los números del lugar. Cuánto genera, cuánto sale producir lo que vende, cuánto del total de costos son los empleados. Nunca lo hice (por ahora), pero tampoco me rindo a estimar una respuesta. Me siento en una de las mesas a hacer las cuentas. Pienso en el ticket promedio, en la cantidad de gente que pueden atender a la vez, en el tiempo que se queda un cliente en el local y un largo etcétera. Muchas veces escucho comentarios del estilo “seguro la está levantando en pala, siempre está lleno”. Coincido, pero ¿qué tan bien exactamente?

Bueno, hace algunos años me enteré que hay compañías que te lo dicen. No necesariamente porque quieran hacerlo, sino porque tienen que hacerlo. Son aquellas que cotizan en la bolsa, donde cualquiera de nosotros puede comprarse una acción y adueñarse de un pedacito de esa empresa.

No lo podía creer. ¿Cómo que Disney me tiene que decir cuánto facturó en sus parques de diversiones el último año? O que Netflix tiene que decirme la cantidad de suscriptores y cuánto gasta haciendo series y películas. O que McDonalds y Starbucks nos den el número exacto de locales abrieron este año y la cantidad de cafés que vendieron.

Desde ese momento, las finanzas tomaron una dimensión completamente nueva. Ya no se trata solamente de buscar buenas inversiones para aumentar la riqueza en el tiempo, sino que también se convirtió en una herramienta para entender cómo funciona el mundo (al menos una parte de él).

Ahora, cada vez que conozco un negocio que me llama la atención, ruego que cotice en bolsa y pueda enterarme de toda la operación. Escribí sobre algunas de ellas en El Baikal: Fórmula 1, Meta, Disney, Sonos, Spotify, entre otras.

Y en este proceso, los balances financieros dejaron de ser una planilla abstracta llena de números indescifrables para convertirse en la puerta de entrada a entender las compañías con las que interactúo todos los días. (Obvio que no es la única fuente de información, pero es el mejor lugar para empezar).

Por ejemplo, el año pasado fui a ver la película Top Gun: Maverick, perteneciente a Paramount. Tuve que esperar varios días para conseguir entradas. Fue, de hecho, una de las más taquilleras de 2022. Se estrenó en mayo y mediante la venta de entradas en los cines facturó cerca de 1.000 millones de dólares en las primeras seis semanas. Lo interesante es que, si uno va al reporte financiero de la compañía, puede ver exactamente el impacto que tuvo en sus finanzas.

Los ingresos de Paramount a través de los cines fueron de 764 millones en el trimestre del lanzamiento, contra tan solo 134 millones en el mismo trimestre del año anterior (esto se ve en el segmento “Theatrical” de la imagen). Es decir, el éxito de una película hizo que esta línea de facturación creciera 470% año a año. Y la misma empresa lo aclara en el reporte: “Los ingresos por cines aumentaron $360M, principalmente por los lanzamientos de Top Gun: Maverick y Sonic 2 en el trimestre en cuestión”.

Pero no termina ahí. Además, uno tiene la posibilidad de ser dueño de una parte de esas empresas. No solo le podemos «preguntar» al negocio cómo funciona, sino que podemos quedarnos con una porción de él. Las acciones que cotizan en la bolsa son exactamente eso: una porción (ínfima) de la compañía.

Y cuando te convertís en accionista empiezan a pasar cosas bastante locas. De repente, te gusta tener que esperar afuera del local porque está lleno. Te gusta ver que todo el mundo usa la nueva remera que sacó tu marca. Te gusta no poder sacar entradas para la película que produjo tu empresa porque se agotaron al poco tiempo de salir a la venta. Es ir por la calle observando no solo como consumidor, sino también como potencial dueño de esas compañías.

Uso estos ejemplos porque son los que me son familiares a mi, pero habrá quienes quieran conocer e invertir en empresas que estén desarrollando tratamientos médicos. Otros interesados en la industria de la moda. Otros en el medio ambiente. El espectro de posibilidades es enorme.

Lo interesante es cambiar la forma en la que pensamos las acciones de una compañía y sus balances financieros. En las próximas semanas empezamos con Mati Nicolini una actividad permanente que busca justamente esto: comenzar a invertir enfocándonos en el proceso más que en el resultado final.

La idea es juntarnos por Zoom una vez por semana a conocer una empresa que cotiza en bolsa. No vamos a hacer una presentación de la compañía, sino que la vamos a elegir entre todos, abriremos el balance y comenzaremos a indagar. La búsqueda es entender compañías que nos llaman la atención y, con el tiempo, ir destilando las que pueden ser buenas inversiones. Vamos a intentar responder preguntas como: ¿Qué hacen? ¿Cómo generan ingresos? ¿A quienes le venden? ¿Qué impacto puede tener en nuestras vidas? Quienes quieran saber más sobre esta nueva actividad, pueden visitar este enlace: https://institutobaikal.com/invertir-jugando

¡Hasta la próxima!

Santiago Tissembaum

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